La gloria de un escultor depende en parte de su nivel
escultórico, pero también de los factores
suerte y planteamiento personal. Tomás Vila (1893
- 1963) anduvo siempre sobrado de categoría como
escultor, y siempre escaso de los otros dos. Profundamente
enamorado de su tierra, sus obras reflejan una mirada
al pasado, una nostálgia y a la vez, la voluntad
de reivindicar este pasado, como parte imprescindible
de la elaboración de un presente.
Tras estudiar Artes y Oficios en Palma, amplia estudios
en Barcelona con el famoso escultor Enric Clarassó.
Autor de imaginería religiosa y esculturas que
reivindican la vida rural. Sus obras invitan a la contemplación,
a detenerse un instante y a reflexionar que solamente
tenemos el presente, pero que solemos postergarlo en
una carrera irreflexiva de dirección indeterminada
y a menudo errática.
La estátua de un viejo payés es
un ejemplo paradigmático de lo acertado
que puede resultar un monumento público
cuando se diseña y emplaza adecuadamente.
El mercado del Olivar, era el punto de encuentro
entre los payeses, que diariamente llegaban con
sus productos, y los ciudadanos de Palma. La elección
de un anciano y un inmejorable título "el
darrer vestit ample" ( el último vestido
ancho) nos recuerda tanto la resistencia de los
ancianos a despojarse de sus ropas tradicionales,
como la inevitable modernidad que los desplaza,
en plenos años 50, hasta convertirlos en
una partícula en la memoria colectiva.
Periódicamente pintarrajeado por los grafiteros,
el viejo payés contempla, probablemente
atónito, el desvanecimiento de su mundo
mientras filosófa acerca de la pérdida
de los valores tradicionales y su reemplazo por
las nuevas corrientes "culturales."
"El darrer vestit ample", de Tomás
Vila. Mercado del Olivar. Palma de Mallorca.
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Bajando desde Cort por la calle Conqueridor,
llegamos a la Plaza de la Reina, un minúsculo
oasis umbrío donde todavía se puede
oir correr el agua y sentarse en un banco.
La payesa se encuentra recostada sobre una peña.
Cubierta por el vestido tradicional, un cántaro
con agua reposa a sus pies. Acaricia pensativamente
una cabra mientras escucha probablemente la tonada
de su compañero.
Payesa, de Tomás Vila. 1950. Plaza de
la Reina. Palma de Mallorca. |
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Situado a la derecha de la payesa, el pastor,
cubierto con una pelliza de oveja, toca una melodía
atendida amorosamente por su perro pastor, un
"ca de bestiar" raza autóctona
de las baleares.
A sus pies, una "bassetja", honda tejida
en pita, una cantimplora y un bastón de
mango curvo, los otros símbolos de su oficio,
reposan a sus pies.
Pastor, de Tomás Vila. 1950. Plaza de
la Reina. Palma de Mallorca.
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Otras estatuas: La payesa de bronce frente
a la Iglesia de San Miguel, Santo Domingo de la
Calzada, en el Jonquet o el monumento a Cristo
Rey en el Puig de San Salvador.
Junto con los escultores Antoni Vaquer, Llorenç
Ferrer y Sebastià Alcover interviene en
el palacio neogótico del Consell de Mallorca.
Podemos ver su delicado trazo en los ventanales
de la sala de sesiones y la espléndida
tracería de la puerta de ingreso.
( Img: Puerta de ingreso a la Sala de Sesiones.) |
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